En 1992, Maserati presentó un nuevo gran turismo de 2 puertas que fusionaba alto rendimiento, lujo y comodidad en un paquete elegante y con estilo.
La producción duró desde 1992 a 1998, con dos motores V6 disponibles: uno de 2,8 litros para exportación y otro de 2,0 litros para el mercado nacional italiano.
El motor biturbo de 2,8 litros entregaba entre 260 y 284 CV según el mercado y el año, mientras que el de 2,0 litros (desarrollado para eludir las severas leyes impositivas de Italia para los modelos con cilindradas superiores a 2,0 litros) era el verdadero éxito.
Una inteligente puesta a punto permitió que el motor más pequeño de 2.0 litros alcanzara los 306 CV, alcanzando una velocidad de aceleración tan feroz que lo convirtió en un clásico entre los entusiastas . La aceleración era impresionante: de 0 a 100 km/h en unos 6 segundos para el 2.8, con una velocidad máxima cercana a los 250 km/h. Pero las cifras solo cuentan la mitad de la historia.
La magia del Ghibli residía en su entrega, el impulso urgente de los dos turbos IHI, la ráfaga de impulso bajo el pie derecho y esa adictiva mezcla de gruñido mecánico y parloteo de la válvula de descarga que sólo un V6 turbo italiano podía producir.
A pesar de su tamaño compacto, las líneas definidas trazadas por Gandini, los arcos ensanchados y la postura baja y ancha del Ghibli le dieron una presencia capaz de rivalizar con grandes turismos mucho más grandes.
El estilo nítido de los años 90 se combinó con el lujo tradicional de Maserati: cuero Connolly, carpintería de olmo acabada a mano y una cabina que mezclaba elegancia con un sentido de propósito ligeramente desenfrenado.
En 1996, Maserati presentó el Ghibli GT, una evolución refinada.
Basado aún en el chasis biturbo monocasco, incorpora mejoras clave: una caja de cambios Getrag de 6 velocidades más robusta, suspensión ajustable , llantas de aleación de 17 pulgadas y 7 radios y un diferencial trasero mejorado. Estos ajustes agudizaron el potencial del Ghibli como gran turismo sin perder el carácter visceral que lo hacía tan atractivo.
Con su porte imponente, sus detalles artesanales y su irrepetible combinación de refinamiento y crudeza, el Ghibli de los 90 sigue siendo un coche con alma. Es una máquina que puede ronronear por la autopista a toda velocidad en un instante y al siguiente mostrar sus dientes. Para muchos devotos de Maserati, es el último coche verdaderamente acabado a mano antes de la llegada de la era moderna.